UNIVISION.COM (22 de junio 2011)
Periodista filipino José Antonio Vargas dio a conocer su verdadera identidad para apoyar la batalla por el DREAM Act

El periodista filipino José Antonio Vargas quien dieciocho años después de su llegada a Estados Unidos y cuatro después de ganar el premio Pulitzer, decidió confesar el miércoles 22 de junio, lo que lleva ocultando todo este tiempo: que es un inmigrante sin papeles. “Estoy cansado de huir. Estoy agotado. Ya no quiero esa vida”, escribe Vargas, que compartió el Pulitzer en 2007 por su cobertura del tiroteo en la Universidad de Virginia Tech ese año, en un extenso artículo que hoy publica el diario “The New York Times”, titulado “Mi vida como un inmigrante indocumentado”.
Un prestigioso periodista que publicó artículos en uno de los principales diarios de Estados Unidos y ganador de un premio Pulitzer en 2008 reveló un gran secreto que tenía guardado durante años: es un inmigrante indocumentado como tantos otros miles que viven escondidos en el país.
José Antonio Vargas llegó a Estados Unidos en 1993 cuando tenía 12 años. Su madre lo envió a Mountain View, California, para romper el cerco de la pobreza en su natal Filipinas, narra en un reportaje escrito por Vargas y publicado en la página digital de The New York Times.
Ingresó a la escuela y comenzó, poco a poco, a insertarse en la sociedad estadounidense. Pero nunca le dijeron que su estado migratorio era indocumentado. Lo descubrió años más tarde, cuando cumplió los 18 y se acercó a una oficina del Departamento de Vehículos y Motores (DMV) a gestionar una licencia de conducir.
Según cuenta en su reportaje titulado “Mi vida como un inmigrante indocumentado”, el empleado del DMV al ver la Tarjeta de Social Security le dijo que era falsa y que no volviera a intentarlo.
Cuando regresó a casa encaró a su abuelo y éste le dijo la verdad, que era un indocumentado. A partir de ahí empezó a vivir una vida llena de secretos, limitaciones, renuncias, pero también de retos, esperanzas proezas.
El limbo de millones
Vargas comprendió que se hallaba en un limbo, como muchos otros, miles, quizás millones de jóvenes que ingresaron siendo niños a Estados Unidos y jamás imaginaron que eran extranjeros sin papeles.
Continuó estudiando, alcanzando éxitos en la secundaria, uno tras otro. Pero cuando quiso ir por primera vez a la universidad no pudo, porque era indocumentado.
Contó que en los últimos 14 años “me gradué en la secundaria y la universidad, y construí una carrera como periodista entrevistando a algunos de los personajes más famosos del país”. Agregó que, de alguna manera y en la superficie, logró vivir “el sueño americano”, pero con muchos sacrificios y también renuncias.
Premio a los mejores
Vargas ganó el premio Pulitzer en 2008 por reportajes relacionados con la política presidencial estadounidense y el tiroteo en el Tecnológico de Virginia, ocurrido en 2007, cuando un alumno ingresó a salones de clases y mató a sangre fría a varios de sus compañeros.
En una entrevista concedida a la cadena ABC, Vargas dijo que reveló su identidad como indocumentado para sumarse a la campaña de presión al Congreso para que debata y apruebe el proyecto de ley Dream Act, que daría residencia permanente a miles de jóvenes como él y que han desarrollado una carrera exitosa.
“Estoy cansado de huir”, escribió en el ensayo donde compartió su increíble historia. “No quiero más esa vida”, agregó.
Entre otros logros alcanzados en su corta carrera periodística, Vargas logró una exclusiva con el fundador de la red social Facebook, Mark Zuckerberg.
Luchador incansable
Ahora que reveló el mayor de sus secretos, Vargas se convierte en un luchador más del Dream Act. Lanzó una campaña en internet en la página www.defineamerican.com para buscar que miles de estudiantes hispanos indocumentados se legalicen, que sueñen, que se conviertan en ciudadanos prósperos.
En un dejo que revela profunda tristeza, Vargas escribió que pese a los éxitos alcanzados “sigo siendo un inmigrante indocumentado” y apuntó que eso significa “vivir un tipo de realidad distinta” a la que viven el resto de los estadounidenses.
Añadió que los indocumentados “apenas pueden confiar en la gente”, incluso “en las personas más próximas”.
Algunos de sus mayores sacrificios han sido renunciar a excelentes ofertas de trabajo en los mejores periódicos porque no tiene papeles. Pero resalta que si el Congreso aprueba el Dream Act, abriría las puertas de la ciudadanía a miles de jóvenes que, como él, ingresaron al país y se convirtieron en indocumentados sin que lo supieran.
Sólo para soñadores
El Dream Act o Acta del Sueño se encuentra sobre la mesa de debates del Congreso. Si se aprueba, daría residencia a unos 850 mil jóvenes talentosos como Vargas.
Para ser aprobado, el proyecto necesita un mínimo de 60 votos en el Senado (de 100) y 218 en la Cámara de Representantes (de 435). En diciembre fue aprobado con lo justo por la Cámara y una semana más tarde el Senado lo rechazó por falta de un acuerdo bipartidista previo.
Durante las votaciones de diciembre los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso. Pero tras la elección de medio tiempo del año pasado los republicanos reconquistaron el control de la Cámara de Representantes y han advertido que no respaldarán ningún beneficio migratorio que otorgue una “amnistía” a los indocumentados.
Los republicanos conservadores insisten en que la legalización de estudiantes indocumentados constituye una amnistía y otorgarles la residencia podría causar un incremento de la inmigración indocumentada, argumento que han venido barajando en los últimos dos años.
El Presidente Barack Obama, un firme defensor del Dream Act, dijo recientemente en El Paso, Texas, que su administración ya cumplió con el compromiso de asegurar las fronteras del país como lo habían pedido los republicanos como condición previa a debatir la reforma migratoria. Y que ya era hora que el Congreso discutiera y aprobara la ansiada reforma a las leyes de inmigración, que incluye el Dream Act.
La primera vez que el Congreso recibió el proyecto fue en 2001. Desde entonces nunca ha contado con el respaldo bipartidista necesario para convertirlo en ley. En 11 años, miles de jóvenes han sido deportados sin poder alcanzar el esquivo sueño americano que les inculcaron sus padres.
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